Las arrugas estáticas, a diferencia de las arrugas dinámicas o de expresión, dependen más de los años que se tienen que de la gestualidad. Es por ello que, en las de tipo estático, sí podemos hablar de una relación directa entre la edad y el surco. Eso sí, matizamos. No hablamos de la edad cronológica sino de la biológica. Hay muchas mujeres maduras que presentan mejor aspecto que otras bastante más jóvenes.
En el proceso de envejecimiento cutáneo, no solo influye el factor genético. De hecho, el exposoma, (conjunto de factores externos que afectan negativamente a la piel) es mucho más determinante. Entre todos los «enemigos de la piel» contra los que debemos batallar, el sol es, sin duda, el más nocivo de todos. Teniendo esto en cuenta, es fácil deducir que las pieles que han sido castigadas de forma reiterada y que acumulan un mayor foto-daño, son las más susceptibles de sufrir degeneración celular.
Cuando los tejidos pierden su consistencia, el primer signo de alarma suele ser el hundimiento de la ojera. Esa depresión que todos tenemos de forma natural, se acentúa con la pérdida de densidad cutánea. Como resultado empieza a marcarse lo que llamamos surco palpebromalar. Este transcurre en diagonal desde la parte interior de la ojera hasta el pómulo. En consecuencia, su aparición provoca la caída de los tejidos que terminan formando los surcos nasogenianos y secundariamente, las líneas marioneta.
Para el tratamiento de las arrugas estáticas contamos con dos herramientas en formato inyectable. Por un lado, los fillers de ácido hialurónico y por el otro los de hidroxiapatita cálcica. Veamos en qué consisten y cuándo están indicados uno u otro.