
El componente psicológico de las manifestaciones cutáneas
El componente psicológico de las manifestaciones cutáneas
La piel, ni engaña ni se esconde
No voy a desvelarte ningún misterio. La piel es el órgano más visible del cuerpo. Este es un hecho incontestable sobre el que parece ridículo entrar a debatir. Eso sí, seguro que habrás oído un millón de veces la expresión “los ojos son el espejo del alma” con lo que no termino de estar del todo de acuerdo. Pues verás, en mi opinión, es a la piel a quien deberíamos atribuirle el máximo grado de franqueza. Y ¿¡por qué!? te preguntarás. Pues simple y llanamente porque a través de ella podemos conocer nuestro grado de salud, descanso y/o bienestar. Dicho de otro modo, la piel nos alerta cuando se producen problemas internos e invisibles, mostrándonos que algo no va bien. Me estoy refiriendo a patologías, no necesariamente cutáneas, a estados de estrés sostenidos en el tiempo, a déficits nutricionales, a desajustes hormonales, etc. La lista puede ser muy larga.
Todo ello, antes o después, es puesto de manifiesto por la piel. Y menos mal, porque muchas veces parecemos vivir al margen de nuestra salud. Como si ésta fuera una suerte de bendición o castigo ajenos a nuestra voluntad. No, queridos, gozar de salud es, en gran medida, responsabilidad nuestra y por ello debemos tomar un papel activo en el asunto. Claro que hay problemas congénitos con los que venimos de fábrica, pero muchos de nuestros males son sencillamente adquiridos.
Fíjate lo reveladora que es la piel… Nosotros, los dermatólogos, en la inmensa mayoría de los casos, diagnosticamos basándonos solamente en la clínica. Es decir, en lo que se ve a simple vista. Esto supone una gran ventaja frente a otras especialidades médicas en las que se requieren muchas más pruebas diagnósticas para emitir un juicio médico.
Como ya sabes, toda cara tiene su cruz y, en este caso, ambas derivan de esa visibilidad que tanto caracteriza a la piel. Es bueno que la piel destape problemas internos, pero, seguramente muchos preferirían que no lo hiciera de forma tan evidente. Y aquí está el quid de la cuestión.
Nuestro entorno y contexto también es eminentemente visual
Vivimos en un mundo eminentemente visual, gobernado por las RRSS y su frenético ritmo de producción de contenido de consumo rápido. Vemos más de lo que tocamos, olemos o saboreamos. Este hecho condiciona necesariamente el valor que le damos a nuestra imagen física. Bueno, a la nuestra y a la del prójimo. Estar constantemente cotilleando la vida de otros hace que prestes mucha más atención a lo de fuera que a lo de dentro.
En este contexto, la figura de l@s celebrities no ayuda a poner cordura. Chicas y chicos divinos, perfectos, casi imposibles, que llevan unas vidas idílicas que ni tú ni yo vamos a poder alcanzar. A mí no me afecta en absoluto. Vivo totalmente al margen de estas cosas y además no me despierta ningún tipo de envidia, pero yo no represento a la generalidad. Lo cierto es que hay muchísimas personas que sí se ven afectadas por ello, llegando a pasarlo mal. Mal sin saberlo, claro. Al final imagino que lo que produce el consumo continuo de este tipo de contenidos es un sentimiento de frustración por no ver satisfechas determinadas aspiraciones, como parecerse o llevar la vida de la it girl del momento.

Una piel imperfecta en un mundo idealizado
Veamos, ¿¡qué ocurre si metemos en la coctelera ese componente visual de la piel con el mundo superficial y edulcorado en el que nos movemos y respiramos!? Que nuestro grado de exposición se eleva a la enésima potencia y que cualquier problema de piel puede traspasar la frontera de lo físico para causar malestar de forma mucho más profunda, a nivel psico-emocional.
Las personas influyentes de las que te hablaba, llevan escrita en la frente la palabra “perfección”. Pieles lisas, morenas todo el año, sin imperfecciones, ni granitos… No te dejes engañar. No es que no los tengas, es que no los muestran. Sea como fuere, parece que lo que no se ve en RRSS, no existe. Las caras legañosas, la retención de líquidos, el pelo sucio, los momentos de aburrimiento supino… ¿¡Quién muestra todo esto!? Nadie, ¿¡verdad!? Pero… ¿¡significa esto que no exista!? Pues no y haríamos bien en tenerlo presente.
Esta idea de perfección altera por completo nuestra percepción de la belleza, el éxito y la felicidad. Habrá personas más sensibles que otras, claro está. Pero, si al mirarte al espejo piensas en la aterciopelada piel de tu actriz favorita o en cómo sería tu cara pasada por un filtro; es probable que termines algo decepcionada. Puede que esta relación insana con la auto-imagen sea algo inconsciente, pero a base de repetición, ya sabes, va haciendo mella.
¿¡Qué pasa si además la persona en cuestión tiene un problema de piel!? Pues que la autoestima baja al nivel del subsuelo. Por eso, para algunas personas, las manifestaciones de la piel en forma de brotes, rojeces, granitos, manchas, etc. pueden suponer un verdadero problema. La edad probablemente sea un factor agravante. Sobre todo, si hablamos de adolescentes que ya de por sí se encuentran en un trance existencial y mantienen una relación desnaturalizada con su aspecto físico.
El componente psico-emocional de las patologías de la piel tiene un peso enorme en la percepción de malestar de los pacientes. Sentir que no encajan en esos cánones de perfección personificados en aquellos personajes públicos que tanto admiran, puede ser traumático e insano. Hay pacientes que incluso, dejan de salir, se esconden y huyen de toda situación que suponga exponerse.
Algunos factores que condicionan el grado de afectación
Por supuesto hay distintos grados de afectación. Ni todas las personas se ven igual de condicionadas por esto, ni todas las patologías de la piel tienen el mismo impacto sobre la autoestima. Un caso muy claro es el acné. Éste puede afectar tanto a adolescentes como a personas adultas (mayoritariamente a mujeres). En ambas etapas de la vida puede impactar muy negativamente en la autoestima.
En la pubertad, la personalidad no se ha terminado de conformar, por lo que el paciente es mucho más vulnerable ante este tipo de cuestiones. El grado de madurez determina en gran medida, la importancia que le damos a tener granitos. Pero es que, además, condiciona la sensación de permanencia del problema. Es decir, el adolescente es incapaz de ver el acné con perspectiva temporal, ni de entender que es un problema pasajero. Por eso, el grado de afectación suele ser mayor. Los complejos están servidos a la mesa.
En el caso de la mujer adulta, el problema viene más por lo inoportuno del tema. Todos asumimos más o menos bien que en la adolescencia uno va a ser víctima del acné. Sin embargo, en la adultez parece no venir a cuento, aunque la realidad es que el acné adulto tiene una prevalencia superior a lo que puedas imaginar. Al margen de esto, la cuestión es que tener un brote de acné a los 30 puede avergonzar y condicionar. De hecho, muchas mujeres es esa situación, confiesan que prefieren dejar de salir para no ser vistas, que se obsesionan y se pasan el día viendo la evolución de sus dichosos granos. Como ves, aunque la edad pueda determinar el grado de afectación hasta cierto punto, no es el elemento más determinante.
Hay patologías más graves que otras, entendiendo la gravedad como algo objetivable. Desarrollar acné puede tener una gran afectación psicológica, pero quizá no tanta desde el punto de vista de la salud física. Sin embargo, un carcinoma basocelular, por ejemplo, sí es objetivamente peligroso. Por supuesto, para el que tiene un acné de moderado a severo, esta comparativa puede que no le ofrezca ningún consuelo, pero es algo que hay que destacar. Al fin y al cabo, el problema de uno es siempre el más gordo y limitante.
En estos casos, hay que trabajar la aceptación, claro está. Esto no significa que dejemos de tratar la patología. Muy al contrario, creo que cuanto antes le demos solución desde el punto de vista clínico, menor será el grado de afectación psico-emocional. La aceptación es la herramienta que nos permite poner templanza y perspectiva al problema. Entender que ninguna piel es perfecta, que ésta es un órgano vivo y que, como tal, evoluciona y pasa por distintas fases; es fundamental para poder rebajar el nivel de desazón. No es un proceso sencillo, pero sí necesario. El dermatólogo tiene una responsabilidad también a este respecto. Debemos perseguir la sanación y la reparación de la autoestima. De hecho, esa es la parte más gratificante de nuestro trabajo. Cuando compruebas el impacto positivo que tiene el tratamiento en la calidad de vida del paciente. Nuestro acompañamiento, debe perseguir ese doble objetivo y para lograrlo, debemos practicar la empatía y tener una visión más amplia del problema.
Convertir el “defecto” en sello de identidad
En otras ocasiones, la piel presenta anomalías importantes como pueden ser las manifestaciones de ciertas enfermedades raras o las lesiones permanentes de gran tamaño. Cuando éstas se localizan en el rostro, ocultarlas es literalmente imposible y esto suele implicar un mayor sufrimiento para las personas afectadas.
Personas que deben pasar por un duro proceso de aceptación, teniendo que luchar en muchos casos contra el estigma de su enfermedad, los comentarios hirientes, el bulling, la exclusión social, los complejos, etc. Imagina tener una mancha que ocupa la mitad de tu cara o cientos de lunares gigantes cubriendo gran parte de tu piel. ¿¡Qué te gustaría obtener de la sociedad!? Seguramente un poco de empatía y sensibilidad.
Que las nuevas generaciones crezcan en la diversidad depende, en gran medida, de que nosotros seamos capaces de visibilizar todas las realidades y no sólo las fantasías que se ven por RRSS (que me perdone el algoritmo y todas las influencers del mundo). El problema es complejo, pues intervienen muchos factores. Así, por lo pronto, el paciente debe tener el acierto de acudir al dermatólogo. No siempre habrá cura para su problema de piel, pero incluso en los casos sin opción de tratamiento, el acompañamiento del especialista puede ser vital para entender qué le está pasando y, desde ahí, empezar a transitar hacia la aceptación.

Afortunadamente no todo en las RRSS es malo. A través de ellas y de potentes industrias como la de la moda, es posible romper con los cánones de belleza normativos y visibilizar referentes estéticos alternativos. Modelos como Cassandra Naud, Winnie Harlow, Melanie Gaydos o Alba Parejo entre otras, inspiran a través de su ejemplo. Ellas han sido capaces de convertir un supuesto “defecto” en su sello de identidad. Ahora son mujeres reconocidas y admiradas, pero seguramente antes de ostentar este respeto y cariño del público, tuvieron que lidiar con sus complejos y sus inseguridades. Ese camino que, todos tenemos que recorrer en mayor o menor medida en algún momento de nuestras vidas, es mucho más fácil si lo hacemos en compañía.
Como dermatóloga, reivindico la piel sana, pero imperfecta. Ensanchemos nuestra mente y ofrezcamos apoyo y sostén a quienes lo pasan mal ante un problema de piel. Educarnos en un concepto de belleza diversa es esencial para que la diferencia deje de estar estigmatizada. Debe haber un compromiso social a este respecto. Y parte de esa reeducación depende de tener el suficiente conocimiento. La información es siempre el mejor vehículo para la empatía.