La hiperhidrosis, el sudor que te delata

La hiperhidrosis, el sudor que te delata

Hablar de hiperhidrosis es hablar de sudoración excesiva, pero también de incomodidad y vergüenza. Los pacientes que sufren esta patología dermatológica, conviven muchas veces, con la baja autoestima y el temor al rechazo. Esto se debe a que la hiperhidrosis suele presentarse de forma súbita y en cualquier momento, sin previo aviso y sin ser, necesariamente, proporcional a los factores desencadenantes de la sudoración como son el ejercicio físico, las altas temperaturas o el estrés.

 

A pesar de las molestias que este trastorno puede llegar a ocasionar, es común que el paciente tarde en acudir a consulta. Esto ocurre tanto por desconocimiento como por pudor. Muchos ignoran que la hiperhidrosis forma parte del área de especialidad del dermatólogo y, más importante aún, que tiene tratamiento.

Pero vamos paso a paso… Veamos primero ¿¡Por qué sudamos!?

Sudar forma parte de un mecanismo que nuestro cuerpo pone en marcha con el fin de regular su temperatura. ¡Vamos! que secretamos sudor para mantenernos fresquitos. Bueno, para eso y para eliminar toxinas, ¡claro!

En este proceso las protagonistas son, como no, las glándulas sudoríparas. Estas pueden ser, en función de su localización, ecrinas o apocrinas. Mientras las primeras se encuentran distribuidas a lo largo de casi todo el cuerpo y tienen salida directa a la superficie cutánea, las segundas, se localizan en aquellas áreas con mayor número de folículos pilosos. Es decir, las axilas, las ingles y también el cuero cabelludo.

El líquido secretado, el sudor, se compone fundamentalmente de agua, aderezada con sales minerales, azúcar y desechos que el cuerpo produce en sus procesos internos. Este fluido es expulsado por el cuerpo a través de los poros, la ventana al mundo de los folículos piloso-sebáceos de los que ya te hemos hablado otras veces.

Si la traspiración entra dentro de la normalidad, suele producirse cuando nos vemos expuestos a factores que elevan la temperatura corporal. Los ejemplos más evidentes son el calor y la práctica de deporte. Pero ¡Ojo! porque el grifo del sudor también puede abrirse por la ingesta de comidas picantes o bebidas alcohólicas. Sin olvidarnos del impacto que tienen los estados psico-emocionales (miedo, excitación, ansiedad, etc.) sobre la sudoración.

Pero volvamos a las glándulas sudoríparas. Las contamos por millones (de dos a cuatro) y se activan por completo en la adolescencia. ¡Ay, la pubertad, cuánto daño hace en tan poco tiempo! Efectivamente, es en este periodo alocado de la vida de todo ser humano, cuando el sudor se desata. Como dato curioso te diré que, a pesar de lo que muchos creen, el nivel de sudoración no tiene que ver con el género sino con el tamaño del cuerpo.

Pero ¿¡Quién da la orden a las glándulas para que se pongan en marcha!? El sistema nervioso simpático que no es el que mejor cae sino el que controla todos los gestos involuntarios como latir o respirar. Digamos que este hace las veces de termostato, de manera que, cuando la temperatura corporal sube por encima de 37ºC, pone todo el mecanismo de refrigeración en marcha.

¿Cuándo hablamos de hiperhidrosis?

Teóricamente cuando la persona secreta más de 50 mg de sudor en 5 minutos y tomando como referencia una zona en concreto del cuerpo. Ahora bien, mesurar ese valor de referencia es, como puedes imaginar, muy complicado. Por eso el diagnóstico suele basarse en las sensaciones que describe el paciente y los síntomas visibles. Conviene aclarar que existen dos variantes de la enfermedad:

La Hiperhidrosis primaria: afecta a unas determinadas zonas del cuerpo que son axilas, plantas de los pies, palmas de las manos, cráneo y cara. No hay una causa conocida, aunque todo hace sospechar que pueda ser herencia de papá o mamá. Efectivamente, el componte genético parece que influye.

 

La Hiperhidrosis secundaria: es la consecuencia de otra patología como puede ser el hipertiroidismo, la diabetes, la leucemia, etc. En este caso, la sudoración excesiva puede manifestarse de manera focal, afectando a las zonas arriba mencionadas o, por el contrario, puede ser generalizada y afectar a la mayor parte del cuerpo. Los análisis de sangre y orina son los que permiten confirmar o descartar que la hiperhidrosis sea secundaria. Otra posibilidad es que el exceso de sudoración pueda estar relacionada con la toma de determinados fármacos o, en el caso de la mujer, con los trastornos derivados de la menopausia.

 

Las pruebas de sudor como el Test de Minor que consiste en la aplicación combinada de una solución de yodo con almidón de maíz, son muy útiles para valorar el grado de afectación. El yodo actúa como líquido de revelado y muestra las zonas con mayor sudoración en un tono oscuro.

Lo que el sudor hace sentir

Más allá de las pruebas diagnósticas, se considera que la sudoración es excesiva cuando es injustificada y afecta a la calidad de vida del paciente. El grado de afectación puede variar en función de la cantidad de sudor y de las áreas afectadas. Pero en cualquiera de los casos, la hiperhidrosis provoca muchas situaciones incómodas y vergonzantes.

Los pacientes acuden a consulta hartos de verse comprometidos por su sudoración. Un simple apretón de manos puede convertirse en un verdadero problema. Los nervios asociados a una entrevista de trabajo, un examen o una cita hacen de estos actos sociales algo temible.

Nadie quiere que los cercos de sudor le delaten o le den un aspecto de suciedad. Piensa que el sudor suele llevar de la mano un incremento en el olor corporal, lo cual contribuye a sentirse aún peor.

Para rizar el rizo, la hiperhidrosis, en concreto la que afecta a las plantas de los pies, puede favorecer la sobreinfección cutánea por bacterias. Y si la cosa va de manos, puede terminar produciendo una dermatitis de contacto o incluso, lo que llamamos manos cianóticas. Es decir, las manos frías de toda la vida, con su correspondiente estrechamiento de los vasos sanguíneos cuando se ven expuestas a situaciones de estrés o bajas temperaturas.

En definitiva, la hiperhidrosis puede ocasionar serios problemas tanto en el ámbito personal como en el laboral. La inseguridad y el pudor que genera, dificulta notablemente la relación con los demás. Por ello no debe tratarse como una cuestión baladí. Muy al contrario, debemos darle la importancia que tiene y divulgar sobre esta enfermedad para que, quien la padece, sepa dónde acudir.

La toxina botulínica y la hiperhidrosis axilar y palmar

La buena noticia es que la sudoración excesiva en axilas y palmas tiene solución. Existen distintas herramientas terapéuticas entre las que destaca la infiltración de toxina botulínica. Sí, esta neurotoxina tiene aplicaciones más allá del tratamiento de las arrugas.

De hecho, por su mecanismo de acción, la toxina botulínica tipo A, logra bloquear temporalmente los nervios que estimulan la sudoración. Y ¿¡qué pasa si el nervio no da la orden a la glándula sudorípara!? Que esta deja de expulsar sudor en modo aspersor y la calidad de vida del paciente mejora de forma espectacular. La ciencia es simplemente maravillosa.

El efecto del tratamiento varia en función de la zona afectada. Mientras en las axilas podemos alcanzar duraciones de entre seis y nueve meses, en las palmas el efecto va de tres a cuatro. Esto significa que con dos o tres infiltraciones al año es suficiente para dejar de vivir condicionado por el dichoso sudor. Además, esta es una técnica que ofrece garantías de seguridad, puesto que el riesgo es mínimo y a penas tiene efectos secundarios.

Hay que decir que el nivel de molestia durante el tratamiento se mitiga con la aplicación previa de crema anestésica. Aun así, el tratamiento a nivel palmar es siempre algo más incómodo. Al fin y al cabo, en las manos tenemos muchas más terminaciones nerviosas y eso se traduce en una mayor sensibilidad cutánea.

La administración de la toxina botulínica se realiza por medio de pequeños pinchazos distribuidos a lo largo del área a tratar (unos 20 por lado en axilas y 30 por lado en palmas).

Además de este tratamiento, contamos con otros de tipo farmacológico con capacidad astringentes como el clorudo de aluminio o el ácido salicílico que logran bloquear el conducto por el que las glándulas sudoríparas secretan el sudor.

¿¡Qué vas a hacer con tu hiperhidrosis!?

La hiperhidrosis no es un castigo divino que deba sufrirse con resignación. Todo lo contrario, se trata de una enfermedad y por eso debemos depositar nuestras expectativas de mejora en manos de la ciencia y la medicina. Disponemos de los tratamientos adecuados para que la sudoración no suponga una limitación y, sobre todo, para que no comprometa tu calidad de vida.

 

Acude cuanto antes al dermatólogo que es quien más sabe de la hiperhidrosis y su tratamiento. Ponte en sus manos y recupera todo lo que el sudor te ha robado

 

 

Dra. Diana Velázquez

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