Los labios nunca pasan desapercibidos. Ocupan un lugar de honor en el conjunto del rostro, no solo porque son capaces de conferirle atractivo y sensualidad, sino porque son el elemento primordial para la comunicación. Con ellos nos expresamos, gesticulamos y proyectamos quiénes somos.
Aunque no lo creas, los labios también están sujetos a los efectos del envejecimiento. Con la edad van perdiendo definición y volumen y tienden a caer, alargando ópticamente la distancia entre labio superior y nariz. Ese descenso hace que la mucosa seca labial pierda proyección y se afine considerablemente. El resultado son unos labios menos armónicos y proporcionados, con pliegues marcados y menos jugosidad.
Por otra parte, existen también labios jóvenes por cuya morfología, resultan demasiado finos o presentan asimetrías. Estos desequilibrios pueden darse tanto en sentido horizontal, cuando el lado izquierdo difiere del derecho, o vertical, cuando la relación de volumen entre el labio superior y el inferior no está compensada. También es bastante común encontrar arcos de cupido poco definidos, bordes inconsistentes y comisuras caídas que entristecen la zona perioral.
Tampoco podemos olvidarnos de que los labios, como el resto de la piel, se deshidratan. Esto ocurre con la edad, sí, pero también con la exposición a cambios de temperatura, el uso de maquillajes mate demasiado desecantes o al tomar ciertos fármacos. Un labio seco, tiende a presentar grietas marcadas que pueden llegar a abrirse y sangrar. Y esto ya no es solo poco estético, sino doloroso.